Tres
años. Hace tres años, mi situación sentimental era más desordenada que la
habitación de un adolescente, en pleno verano. Mi humor sufría altibajos, como
también lo hacía mi corazón. Tras una situación devastadora para mi sensibilidad característica,
nada me resultaba de buena vibra. A todo le buscaba una falla, al gato, una
quinta pata y a mi vida, una razón. Claro, era el corazón roto de una niña
enamorada por primera vez. Dicen que golpes duros, como el primer amor, sirven
para madurar, para dar un giro al camino que está tomando nuestra vida. Sirven
para cambiar, para mejorar.
El mundo se deshacía en mil pedazos, no me encontraba a mí misma. Había olvidado por unos días lo que era sonreír. Las nubes se tornaban diariamente en grises, mi sol se apagaba, las flores se marchitaban y no sólo a causa del otoño estacional. Lágrimas recorrían mis ojos todas las noches cuando me encontraba en soledad, como un río fluyendo a causa de una buena corriente. Y muchos sentimientos más, los cuales quienes han sufrido desilusiones por un primer amor, podrán reconocer.
Siempre hay algo que nos saca de ese abismo, que nos devuelve la mirada de un mundo lleno de colores, un mundo en el cual vale la pena vivir. Un mundo para el cual regalar una sonrisa. Un amigo, otro amor, una sonrisa, una situación aún más devastadora que la nuestra, nos permite comprender que vale la pena sonreír.
¿Cuál fue mi salvación? Familia y amigos, como en cualquier situación. Ellos saben qué es lo necesario para hacer nuestro rostro brillar. Para llenarlo de felicidad. Pero también alguien que destaca, fue parte de mí, parte de ese momento. Esa persona que me brindó su mano, sus brazos para reposar mi tristeza, mis miedos. Un amigo, mucho más que un amigo. Para mí, hasta hoy en día, a pesar del tiempo que recorrimos, no lleva etiqueta. No se puede definir qué es, qué lugar ocupa en mi vida. Solo sé que es un lugar importante y apreciado.
El mundo se deshacía en mil pedazos, no me encontraba a mí misma. Había olvidado por unos días lo que era sonreír. Las nubes se tornaban diariamente en grises, mi sol se apagaba, las flores se marchitaban y no sólo a causa del otoño estacional. Lágrimas recorrían mis ojos todas las noches cuando me encontraba en soledad, como un río fluyendo a causa de una buena corriente. Y muchos sentimientos más, los cuales quienes han sufrido desilusiones por un primer amor, podrán reconocer.
Siempre hay algo que nos saca de ese abismo, que nos devuelve la mirada de un mundo lleno de colores, un mundo en el cual vale la pena vivir. Un mundo para el cual regalar una sonrisa. Un amigo, otro amor, una sonrisa, una situación aún más devastadora que la nuestra, nos permite comprender que vale la pena sonreír.
¿Cuál fue mi salvación? Familia y amigos, como en cualquier situación. Ellos saben qué es lo necesario para hacer nuestro rostro brillar. Para llenarlo de felicidad. Pero también alguien que destaca, fue parte de mí, parte de ese momento. Esa persona que me brindó su mano, sus brazos para reposar mi tristeza, mis miedos. Un amigo, mucho más que un amigo. Para mí, hasta hoy en día, a pesar del tiempo que recorrimos, no lleva etiqueta. No se puede definir qué es, qué lugar ocupa en mi vida. Solo sé que es un lugar importante y apreciado.
Recuerdo el momento en que mis lágrimas corrían una carrera por mi mejilla,
para ver cuál tocaba tierra primero, pero una mano las frenó, borrando,
sacando esa tristeza de mi rostro. Sus palabras hicieron que mis ojos se
enfocaran en los suyos. Faroles que demostraban seguridad para mí, que
mostraban confianza y un buen corazón que me abría las puertas. Un abrazo. Y
más llanto. ¡¡Cuántas lágrimas, ¿no?!! Pero a pesar de las lágrimas, pude
encontrarme a salvo. Sus brazos podían llamarse ‘hogar’, pues me brindaban
protección. Es raro hablar así, de alguien de quien siquiera estoy enamorada, o
tenga lazo de hermandad. Como dije antes, no lleva etiqueta. Al menos no para
mí. Fue una perfecta coyuntura. Y haya sido lo que haya sido, fue para mi bien.
Hoy, tres años después, puedo seguir sintiendo ese abrazo que califico dentro de los 5 mejores de mi vida hasta el momento. Su calidez, su sinceridad oculta. Y no sé por qué ahora, este momento se remonta en mi memoria. Simplemente lo hace. Y como en ocasiones anteriores, su persona logra sacar una sonrisa en mi rostro, sin siquiera estar presente en el momento.
Hoy, tres años después, puedo seguir sintiendo ese abrazo que califico dentro de los 5 mejores de mi vida hasta el momento. Su calidez, su sinceridad oculta. Y no sé por qué ahora, este momento se remonta en mi memoria. Simplemente lo hace. Y como en ocasiones anteriores, su persona logra sacar una sonrisa en mi rostro, sin siquiera estar presente en el momento.
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