Piel a
piel, va creciendo la pasión. Sus manos se entrelazan, una risa en medio de un
beso delata la confianza que habita entre ellos. Una habitación a oscuras,
donde solían encontrarse para desencadenar aquello que los unía. Quizás no era
demasiado, quizás lo era todo. Nadie podría decir nada al respecto, salvo
ellos.
Cierta vez, en algún momento lejano de sus vidas, sus corazones se habían unido, de una u otra manera. ¿Podrían seguir en ese rumbo? ¿O ya se encontraban en caminos diferentes, con simplemente un puente de por medio, que permitía leves cruces en sus vidas? Fuera cual fuera la situación, en ese momento no importaban las causas, los efectos. Solo ellos. Ellos y la oscuridad que inundaba la habitación. Sus besos y su piel la iluminaban fácilmente, hasta que la propia luz del amanecer comenzaba a destellar en un pequeño rincón.
Un abrazo que desnudaba no sólo sus cuerpos, sino también el alma. Él no dejaba que sus sentimientos, sus pensamientos fueran leídos, como quien lee un libro durante un viaje vacacional. Pero ella… Ella era un informe sobre sentimientos, pensamientos y esperanzas publicado en el diario semanal. No todo se leía a la primera, sino que eran necesarias varias vueltas de esas hojas que poco a poco se tornaban amarillas, debido al paso del tiempo. Ella despertaba recordando los celos que solían desconcertarle, las ganas de pensar que podrían ser algo más. Pero nada le garantizaba un beso, un abrazo más.
Y era en ese preciso momento, en que su mente se veía atormentada por la duda de seguir o de retroceder. De parar, de continuar. ¿Qué hacer? Compartir un par de noches no los unía de por vida, pero sus miradas indicaban que había algo más que una simple amistad, algo que trascendía y terminaba en un cariño inexplicable. Sin embargo, ella solía recordar cómo él la hacía sentir, de alguna manera, especial. Y es que ella, en un beso suyo siempre encontraba la paz.
Cierta vez, en algún momento lejano de sus vidas, sus corazones se habían unido, de una u otra manera. ¿Podrían seguir en ese rumbo? ¿O ya se encontraban en caminos diferentes, con simplemente un puente de por medio, que permitía leves cruces en sus vidas? Fuera cual fuera la situación, en ese momento no importaban las causas, los efectos. Solo ellos. Ellos y la oscuridad que inundaba la habitación. Sus besos y su piel la iluminaban fácilmente, hasta que la propia luz del amanecer comenzaba a destellar en un pequeño rincón.
Un abrazo que desnudaba no sólo sus cuerpos, sino también el alma. Él no dejaba que sus sentimientos, sus pensamientos fueran leídos, como quien lee un libro durante un viaje vacacional. Pero ella… Ella era un informe sobre sentimientos, pensamientos y esperanzas publicado en el diario semanal. No todo se leía a la primera, sino que eran necesarias varias vueltas de esas hojas que poco a poco se tornaban amarillas, debido al paso del tiempo. Ella despertaba recordando los celos que solían desconcertarle, las ganas de pensar que podrían ser algo más. Pero nada le garantizaba un beso, un abrazo más.
Y era en ese preciso momento, en que su mente se veía atormentada por la duda de seguir o de retroceder. De parar, de continuar. ¿Qué hacer? Compartir un par de noches no los unía de por vida, pero sus miradas indicaban que había algo más que una simple amistad, algo que trascendía y terminaba en un cariño inexplicable. Sin embargo, ella solía recordar cómo él la hacía sentir, de alguna manera, especial. Y es que ella, en un beso suyo siempre encontraba la paz.
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