A
veces el corazón no necesita entender todo lo que está a su alcance. A veces el
corazón tiene razones que la razón no puede entender. Y como no siempre
logramos comprender lo que nos sucede a nosotros mismos, ¿por qué esperar
entender lo que pasa por la mente y el corazón de otra persona? Debemos
comprender que cada uno vive en un mundo particular, donde sus fantasías son
únicas y las realidades, diversas. Aunque haya una sola para el mundo en
general, cada persona tiene una realidad que se asemeja a sus gustos.
Pero más que la realidad, es la imaginación la que nos hace volar, volar, y llegar muy alto. Porque hay sueños, objetivos por alcanzar, personas que de una u otra manera, queremos que formen parte de nuestro futuro. Y a veces, a veces no todo está a nuestro alcance. Y no es porque no se pueda, o porque no se pongan las fuerzas necesarias para lograrlo; sino, que simplemente es una decisión mutua, algo que no sólo está en nuestras manos, que queda en las de alguien más también.
¿Qué mejor que lograr la compañía de esa persona que deseamos tener a nuestro lado, compartir una sonrisa por las mañanas y un buen beso por las noches? Pocas cosas superan este sentimiento, y sin embargo, son una cantidad extrema las que se encuentran en una probabilidad aún mayor de ocurrir. Dejando entonces, la posibilidad de un amor correspondido, en una ínfima probabilidad, desesperanzando a todo aquel guerrero que se cruza con una princesa, aumentando el riesgo de que ella jamás conozca que él es quien salvó su vida. Y estas cosas no sólo ocurren en los cuentos de hadas, duendes y castillos mágicos… Esto ocurre en esas realidades, en la vida cotidiana, en el ayer, hoy y mañana. Puede ser por miedo, por no querer correr riesgos, que no tomamos decisiones, las cuales más tarde lamentamos no haber tomado. Y ahora se puede pensar: ¿por qué no haber dicho algo, por qué no expresar los sentimientos que ardían en el pecho? ¿Por qué no luchar?
Y a causa de las realidades anteriores, de las situaciones imaginarias, de las fantasías y anhelos, es que las situaciones suelen malentenderse. O que solemos imaginar que algo está, cuando en realidad brilla por su ausencia, y simplemente tiene un lugar en nuestras mentes creativas. Sin embargo, creo que siempre debe haber algún indicio que permita a la mente ir más allá de la realidad, una pista que el destino interponga en el camino, para que nuestra cabecita juegue con los deseos.
Y es por eso que entendí por qué no hay que acostumbrarse a hablar las 24 horas del día con una persona. Porque cuando ya no hay palabras, ya no hay un “buen día”, un “buenas noches, que descanses bien”, significa que ya nada queda. O sí… Puede haber, pero no hay lugar en la realidad para dejarle espacio y permitir que eche sus raíces, logrando crecer con el tiempo. Porque uno puede querer, el otro puede desear, pero para poder lograr, hay que jugar, hay que sacrificar, y no siempre… No siempre se logra triunfar. Porque se puede querer, pero no se decide intentar.
Y todo queda en nada… Todo queda en lo que pudo ser. Y queda la duda del saber qué hubiera pasado de haberlo intentado. ¿Hubiera funcionado, hubiera sido una piedra en el camino o una alegría flamante? ¿Qué hubiera sido? Y no hay respuesta lógica, porque de verdad… no la hay. Pero siempre queda la duda, y siempre va a quedar: la duda de qué hubiera sido entre los dos, entre él y ella.
Pero más que la realidad, es la imaginación la que nos hace volar, volar, y llegar muy alto. Porque hay sueños, objetivos por alcanzar, personas que de una u otra manera, queremos que formen parte de nuestro futuro. Y a veces, a veces no todo está a nuestro alcance. Y no es porque no se pueda, o porque no se pongan las fuerzas necesarias para lograrlo; sino, que simplemente es una decisión mutua, algo que no sólo está en nuestras manos, que queda en las de alguien más también.
¿Qué mejor que lograr la compañía de esa persona que deseamos tener a nuestro lado, compartir una sonrisa por las mañanas y un buen beso por las noches? Pocas cosas superan este sentimiento, y sin embargo, son una cantidad extrema las que se encuentran en una probabilidad aún mayor de ocurrir. Dejando entonces, la posibilidad de un amor correspondido, en una ínfima probabilidad, desesperanzando a todo aquel guerrero que se cruza con una princesa, aumentando el riesgo de que ella jamás conozca que él es quien salvó su vida. Y estas cosas no sólo ocurren en los cuentos de hadas, duendes y castillos mágicos… Esto ocurre en esas realidades, en la vida cotidiana, en el ayer, hoy y mañana. Puede ser por miedo, por no querer correr riesgos, que no tomamos decisiones, las cuales más tarde lamentamos no haber tomado. Y ahora se puede pensar: ¿por qué no haber dicho algo, por qué no expresar los sentimientos que ardían en el pecho? ¿Por qué no luchar?
Y a causa de las realidades anteriores, de las situaciones imaginarias, de las fantasías y anhelos, es que las situaciones suelen malentenderse. O que solemos imaginar que algo está, cuando en realidad brilla por su ausencia, y simplemente tiene un lugar en nuestras mentes creativas. Sin embargo, creo que siempre debe haber algún indicio que permita a la mente ir más allá de la realidad, una pista que el destino interponga en el camino, para que nuestra cabecita juegue con los deseos.
Y es por eso que entendí por qué no hay que acostumbrarse a hablar las 24 horas del día con una persona. Porque cuando ya no hay palabras, ya no hay un “buen día”, un “buenas noches, que descanses bien”, significa que ya nada queda. O sí… Puede haber, pero no hay lugar en la realidad para dejarle espacio y permitir que eche sus raíces, logrando crecer con el tiempo. Porque uno puede querer, el otro puede desear, pero para poder lograr, hay que jugar, hay que sacrificar, y no siempre… No siempre se logra triunfar. Porque se puede querer, pero no se decide intentar.
Y todo queda en nada… Todo queda en lo que pudo ser. Y queda la duda del saber qué hubiera pasado de haberlo intentado. ¿Hubiera funcionado, hubiera sido una piedra en el camino o una alegría flamante? ¿Qué hubiera sido? Y no hay respuesta lógica, porque de verdad… no la hay. Pero siempre queda la duda, y siempre va a quedar: la duda de qué hubiera sido entre los dos, entre él y ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario